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Recintos amurallados que nos trasladan al medievo, castillos que parecen sacados de un cuento, aldeas de pizarra insertadas en la montaña, villas que se asoman al Atlántico colgadas de un acantilado… En esta particular lista de los pueblos más bonitos de Portugal vas a encontrar una buena muestra de la variada belleza rural lusa. Rincones mágicos que te cautivarán y donde el peso de la tradición y la historia es incuestionable. ¡Acompáñanos!
Hacer una lista de los pueblos más bonitos de Portugal puede resultar muy osado o casi una misión imposible. El país luso está repleto de pueblecitos con encanto donde se entremezclan villas medievales, otras levantadas en pizarras y esquisto, y pequeñas aldeas costeras u olvidadas en mitad de la montaña donde el tiempo parece detenerse. Muchas de ellas tuvieron su época de esplendor por estar situadas muy cerca de la frontera, pero mantienen viva esa esencia que las hace únicas. Después de década y media viajando por Portugal, esta es nuestra particular lista de sus pueblos más bonitos. Estamos seguros de que no están todos los que son, pero si son todos los que están. Pasen y disfruten.
Viaje por 20 de los pueblos más bonitos de Portugal
De norte a sur y sin olvidarnos de los archipiélagos de Madeira y Azores, vamos a hacer un repaso de 20 de los pueblos más bonitos de Portugal. Solo hemos incluido pequeñas aldeas, algunas de ellas donde apenas viven medio centenar de habitantes por desgracia, y en las que os aseguramos que viajaréis en el tiempo.
Rio de Onor
Comenzamos por, no solo uno de los pueblos más bonitos de Portugal, sino también uno de los más curiosos y singulares. Enclavado en el parque natural de Montesinho, en el municipio de Bragança, cautiva por sus casas rústicas de piedra a orillas del río de Onor. Pero hay dos peculiaridades que lo hacen todavía más especial. Una, que está unido a su vecino español, el pueblo de Rihonor de Castilla en la provincia de Zamora. No hay solución de continuidad. Solo les separa una frontera que en este caso une más que divide.
Y por otro lado, sus setenta vecinos conservan una forma de organización comunal donde todos ayudan a todos. Por si fuera poco, en Rio de Onor hablan un dialecto a medio camino entre el portugués y el español llamado rionorés. En lo alto del pueblo hay un columpio con un bonito mirador y desde el caso urbano parte una ruta de senderismo (PR11 BGC) de poco más de siete kilómetros que nos encantó.
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A quince minutos en coche de allí os recomendamos el restaurante O Careto, con barra libre de bacalao y carne de ternera a la brasa en un ambiente de lo más auténtico.
Penedono
Seguimos en la región de Oporto y Norte. La lista de castillos que tiene Portugal, muchos de ellos muy bien conservados, en casi interminable. Los hay para todos los gustos. Pero si nos tuviéramos que quedar con uno elegiríamos sin lugar a dudas el de Penedono. Nos cautivó la primera vez que los vimos y lo volvió a hacer cuando regresamos unos años más tarde. Se trata de un hexágono irregular con unas llamativas almenas que parece sacado de un cuento de caballeros y princesas. Encaramado en la parte alta del pueblo, la vista que se obtiene de él desde la placita empedrada que lo precede y presidida por el ‘pelourinho’ ya justifica que Penedono está incluido en la lista de los pueblos más bonitos de Portugal.
Las calles que rodean el castillo, donde se conservan vestigios de su judería, tienen también mucho encanto.
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En Penedono no hemos probado ningún restaurante, pero una tasca tradicional con buenos precios que suscita buenas opiniones es Avenida.
Castelo Rodrigo
La red de las doce Aldeias Históricas de Portugal surte a la perfección esta lista de los pueblos más bonitos de Portugal. Castelo Rodrigo es la primera que incluimos. Esta aldea perteneciente al municipio de Figueira de Castelo Rodrigo nos propone un viaje en el tiempo. Encaramada en lo alto de una montaña y rodeada de campos de olivos, almendros y pinares, su estratégica situación tanto geográfica como política, la confirió un papel capital en diferentes momentos de la historia.
Su imagen más reconocible es la que se obtiene accediendo el recinto amurallado por la puerta este y contemplando al fondo la Torre del Reloj asentada en la barbacana. Las calles empedradas, las ventanas manuelinas, las torres semicirculares de la muralla, la picota, los restos del castillo, los antiguos palacios o la coqueta iglesia de Rocamador, que protegía a los peregrinos del Camino de Santiago, son los elementos imprescindibles para entender este escenario que se paró en el tiempo en el Medievo.
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Para comer os recomendamos el restaurante Estalagem Falcão Mendonça en Figueira de Castelo Rodrigo y su conocida y abundante ‘cataplana’ de marisco.
Almeida
También incluida en la red de Aldeias Históricas y ejemplo de manual de las fortificaciones de la frontera hispanolusa. Almeida es con méritos propios uno de los pueblos más bonitos de Portugal. El hecho de conservar de manera impecable su fortificación en forma de estrella de doce puntas ya le confiere un encanto singular. Pero una vez que se traspasan sus murallas, aparece un delicioso casco histórico donde su ubica el Museo Histórico-Militar, que recuerda el cerco de Almeida por parte de Napoleón durante la Guerra de la Independencia.
El elegante Picadero del Rey, las ruinas del castillo, las iglesias Matriz y de la Misericordia y el majestuoso Cuerpo de Guardia Principal, son otros monumentos destacados que ver en Almeida.
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Para comer os recomendamos desplazaros a la cercana freguesia de Malpartida al restaurante O Caçador donde elaboran un pulpo para chuparse los dedos.
Linhares da Beira
Continuamos con otra Aldeia Histórica, esta vez ubicada en la vertiente norte del parque natural de la Serra da Estrela. Linhares da Beira es una de nuestras favoritas de Portugal por lo bien conservado que está tanto su castillo como su minúsculo pero delicioso casco histórico. Tanto sus viviendas como su fortaleza están construidas con el granito que aflora en su entorno.
Sus visitas imprescindibles son el castillo del siglo XIII, las iglesias Matriz y de la Misericordia, la capilla de Nuestra Señora de la Concepción y la Picota con la antigua cárcel. Pero lo mejor de todo es perderse por sus callejuelas donde roca granítica y casas se mimetizan formando un escenario de lo más fotogénico.
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Linhares da Beira tiene un buen restaurante llamado Cova da Loba con una cocina más moderna, pero nosotros os recomendamos también el restaurante Muralhas de Celorico en Celorico da Beira y su soberbio ‘borrego grelhado’.
Belmonte
Solemos decir que Belmonte es la razón de que en Brasil se hable el portugués. Esta localidad ubicada al este de la Serra da Estrela y también incluida en la red de Aldeias Históricas de Portugal, fue la cuna de Pedro Alvares Cabral, el hombre que avistó las costas brasileñas en el año 1500.
Pero además de tener a este hijo ilustre al que cuenta una escultura en un céntrico jardín, Belmonte es uno de los lugares de la península ibérica con más tradición judaica. Aquí llegaron numerosos judíos expulsados de España y hoy en día pervive una pequeña comunidad que se congrega alrededor de una modesta sinagoga visitable.
El Museo Judaico de Belmonte es el mejor lugar para conocer ese legado, pero Belmonte destaca además por su castillo del siglo XIII con excelentes vistas de la Serra da Estrela. Por sus coquetas iglesias construidas en granito y por una peculiar construcción romana, la torre Centum Cellas, de la que aún hoy se desconoce su origen y uso.
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Para comer en Belmonte, os recomendamos A Grelha, un modesto restaurante sin pretensiones pero con comida tradicional, casera y barata.
Sortelha
A solo 20 minutos de Belmonte y perteneciente al municipio de Sabugal, se encuentra Sortelha. Es una de nuestras debilidades de Portugal y, en nuestra opinión, el que podría ser el pueblo más bonito de todo el país. Su único pero es que su cuidadísimo casco histórico medieval está casi totalmente despoblado, ya que la mayoría de sus vecinos están unos metros más abajo en la zona moderna.
Es la más antigua de la hilera de fortalezas que custodiaba la frontera este de Guarda a Covilhã y posee un imponente castillo fortificado del siglo XII y una muralla por la que se puede caminar obteniendo unas extraordinarias vistas del propio casco histórico y del entorno.
A los pies del castillo se extiende un entramado de pequeñas casas de granito rodeadas de sencillos huertos con algunas sorpresas como la Casa Árabe, testigo del origen musulmán de Sortelha. Como no podía ser de otra forma también se integra en la red de Aldeias Históricas de Portugal.
En septiembre se celebra una feria medieval que visitamos hace algunos años. A pocos lugares le sienta tan bien una fiesta de estas características como a Sortelha.
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Cerca de Sortelha, en Sabugal, nos gusta mucho el restaurante Domingos Ambrósio. Extraordinaria la posta de bacalao.
Piódão
Es el único pueblo de la red de Aldeias Históricas de Portugal que se sale del guion preestablecido. Un maravilloso verso suelto que huye de castillos, casas levantadas en granito, murallas y aires medievales. Piódão es totalmente diferente. Un sueño en pizarra amoldado a una ladera de la serra do Açor. Absolutamente aislado y que por la noche, visto con cierta distancia, parece un portal de belén con su tenue iluminación.
En Piódão hay que perderse por sus callejuelas. Llama la atención que muchas de las puertas de sus viviendas están pintadas de azul, en un claro contraste con las tonalidades oscuras de la pizarra y el esquisto. Se dice que era el único color de pintura que había en la tienda del pueblo debido a su aislamiento. De la necesidad, virtud. Hoy un es un símbolo de Piódão que lo hace todavía más especial.
La iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, con su blanco inmaculado, también es un perfecto contrapunto al resto de construcciones. El agua también es protagonista en Piódão, la que cae por las pequeñas regueras que hay entre las casas. Agua que brota de los ricos arroyos de la Serra do Açor y que surte a la piscina natural del pueblo, ubicada en su parte baja. Pero para zona de baño, la que hay en la vecina aldea de Foz d’Egua. Un formidable sendero (5,5 kilómetros ida y vuelta) une ambas localidades. Un paseo imprescindible que hacer en Piódão.
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Para comer, el restaurante O Fontinha. Imperdible su plato típico, la chanfana, cordero cocinado a fuego lento y servido en una cazuela de barro.
Monsanto
Tiene el título de ser la ‘aldea más portuguesa de Portugal’ como demuestra el gallo de plata que corona su Torre del Lucano. Un concurso que solo se celebró una vez y que catapultó a esta localidad mimetizada con el granito que se eleva sobre las llanuras de la Beira Baixa. Piedra y casas parecen ser una sola. Las construcciones se han ido amoldando como si fuera plastilina a las formas de los domos graníticos y parece que en cualquier momento van a comenzar a rodar ladera abajo. El resultado es un pueblo con un encanto singular. Un bendito desorden cuyas calles desembocan en la guinda del pastel de Monsanto, su castillo del siglo XII. Al igual que el pueblo, parece haber brotado de la roca. Destacada es la románica capela de São Miguel, situada junto a la fortaleza.
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También está dentro de la red de Aldeias Históricas de Portugal y para comer os recomendamos la Adega Típica O Cruzeiro, donde cocinan a la perfección las setas silvestres.
Castelo Novo
Ponemos punto y final a la nómina de Aldeias Históricas incluidas en esta lista de los pueblos más bonitos de Portugal. Cabe destacar que todas ellas se concentran en la Región Centro. No podíamos dejar de mencionar Castelo Novo, ubicado en el municipio de Fundão. Es también una de nuestras debilidades. Lo hemos visitado en tres ocasiones ya que es muy accesible desde la autovía A23.
Nos gusta ser recibidos por el aroma de los limoneros que presiden la plazoleta donde está la Junta de Freguesia y la fuente da Bica. Ahí se puede dejar el vehículo para perderse por las empinadas callejuelas de esta deliciosa aldea enclavada en la parte menos frondosa de la Serra da Gardunha. Dos lugares nos fascinan especialmente. La plaza donde se ubica el Pelourinho y el antiguo edificio de los Paços do Concelho. Absolutamente fotogénica con la torre del reloj al fondo. Y el segundo, es precisamente esa torre, perteneciente al castillo del siglo XII y que fue transformada en campanario. Una historia que se repite en otros lugares de Portugal. Esta torre es el símbolo de Castelo Novo.
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A la entrada del pueblo hay una piscina natural, formidable para refrescarse en los meses de verano. Y para comer os recomendamos O Lagarto, enclavado en el acceso al casco histórico y con una cocina tradicional muy destacada.
Talasnal
De las Aldeias Históricas a las Aldeias do Xisto. Esta red de 27 pueblecitos se extiende en su mayoría en las sierras de Lousã y Açor y propone un viaje en el tiempo de lo más cautivador. Se trata de aldeas remotas y vinculadas al trabajo agrario y ganadero que tienen el denominador común de contar con una arquitectura tradicional basada en el esquisto (‘xisto’ en portugués). La despoblación y el éxodo a las ciudades dejó a muchas de ellas casi abandonadas, pero un programa gubernamental las devolvió a la vida con la restauración de muchas de sus viviendas y su conversión en alojamientos, restaurantes y, con ello, el retorno de muchas familias para darle una segunda oportunidad a su pueblo.
Una de las Aldeias do Xisto que más nos ha cautivado es Talasnal, ubicada en el corazón de la Serra da Lousã. Es al mismo tiempo una de las más pobladas y con más vida. Simplemente hay que dejarse llevar por el suave mecer de las calles de Talasnal. Caminar sin rumbo y, sobre todo, esperar a que anochezca. Cuando el sol desaparece, el halo de magia que desprende esta aldea con su tenue iluminación y decoración que parece una continua Navidad, es magnético.
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Recomendable también asomarse al mirador que hay en la carretera para ver Talasnal con cierta distancia, caminar por sus senderos e incluso practicar barranquismo en su ribera. Para comer merece la pena el restaurante Ti Lena a la entrada de la localidad.
Janeiro de Cima
Viajamos ahora 75 kilómetros al este, a orillas del río Zêzere, pero sin abandonar las Aldeias do Xisto. Janeiro de Cima, en el municipio de Fundão. Es otro magnífico ejemplo de recuperación de la arquitectura tradicional. En su exquisito casco urbano hay dos visitas imprescindibles. Una, la Casa das Tercedeiras, un museo en el que acercarse a la tradición del tejido del lino. Y otra, el restaurante Fiado, un magnífico ejemplo de la apuesta por la cocina que aúna modernidad y vanguardia en las Aldeias do Xisto.
Pero en Janeiro de Cima también hay que descender hasta la playa fluvial del río Zêzere donde permanece alguna de las barcas que permiten a muchos vecinos cruzar al otro lado para acudir a la localidad vecina de Janeiro de Baixo.
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Además, en el entorno de la aldea hay bonitos miradores para contemplar los meandros que forma el río Zêzere en este punto de su curso.
Marvão
Es imposible hacer una lista de los pueblos más bonitos de Portugal sin contar con esta perla del Alentejo. Marvão se encuentra encaramada en lo alto de un risco de la serra de São Mamede. Esta ubicación privilegiada e inexpugnable le confiere una belleza singular que se multiplica cuando nos perdemos por su entramado medieval.
Su monumento más reconocible es su castillo, al que el rey Dinis I le confirió una importancia estratégica en el siglo XII. Desde sus almenas se goza una panorámica inabarcable de la dehesa alentejana. Caminar por el perímetro de la muralla, visitar el Museo Municipal o acercarse, ya fuera de su casco urbano, a los restos de la ciudad romana de Ammaia y a la estación de Marvão-Beirã, famosa por su decoración de azulejos, son otros de los atractivos que ver en Marvão.
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Para comer o tomar un café os recomendamos O Castelo, que posee una terraza con bonitas vistas y una carta de platos del día y tostas, sopas y sándwiches a precios competitivos.
Óbidos
Su incuestionable atractivo y su cercanía con Lisboa (poco más de una hora en coche) hacen de Óbidos, no solo uno de los pueblos más bonitos de Portugal, sino también uno de los más visitados (aconsejable esta excursión desde Lisboa en un día). Penetrar en su casco histórico medieval es viajar en el tiempo entre laberínticas calles empedradas, casas encaladas decoradas con flores y tonos azules y librerías con encanto, una de ellas ubicada incluso en una iglesia desacralizada, la de São Tiago.
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Aunque es obligado caminar por su calle principal (Rua Direita) y tomarse una ‘ginjinha’ en taza de chocolate, los que quieran alejarse del bullicio y tener una perspectiva diferente de Óbidos pueden realizar un paseo alrededor del casco urbano desde la muralla. Se trata de una alternativa mucho menos frecuentada. El objetivo en todo caso es acabar en el castillo del siglo XIII, convertido en una de las ‘pousadas’ más elitistas de Portugal.
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Para comer recomendamos Ja!mon Ja!mon y el bar Senhor da Pedra. Por cierto, este último se encuentra junto al santuario del mismo nombre, imponente y bastante deteriorado, pero considerado uno de los principales templos barrocos de Portugal.
Azenhas do Mar
También muy cerca de Lisboa (a 45 minutos) y a un cuarto de hora de Sintra, se encuentra un pueblo que dibuja una de las postales más espectaculares de toda la costa portuguesa. Azenhas do Mar está literalmente colgado de un acantilado. Sus casas encaladas con tejados rojos se amoldan como un guante al risco que desciende hasta una piscina natural de agua salada que se llena cuando sube la marea. Un lugar muy frecuentado en verano y ubicado junto a un lujoso restaurante (Azenhas do Mar) especializado en marisco.
Además de perderse por sus callejuelas, lo mejor en Azenhas do Mar es caminar por el sendero que lleva hasta el mirador ubicado al sur de la localidad.
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Desde allí se aprecia la belleza de la estampa que se acrecienta cuando cae la noche y una tenue iluminación le otorga un halo todavía más cautivador.
Estremoz
Volvemos a la región del Alentejo para visitar una ciudad de mármol rodeada de campos de viñedos y dividida en dos: una ciudad baja y más moderna presidida por una inmensa plaza (Rossio) y otra alta y medieval donde se erige el torreón del Paço Reial, el lugar donde residió y murió la reina Isabel de Aragón, esposa de Dinis I.
En la parte baja de Estremoz, además de la plaza de Rossio, merece la pena detenerse en el Lago do Gadanha, construido, como no podía ser de otra forma, en mármol. Por cierto, el mármol de Estremoz rivaliza incluso con el italiano de Carrara. En la zona alta, además del Paço Reial, convertido hoy en una ‘pousada’ merece la pena contemplar algunas de las puertas de su muralla medieval, adentrarse en el barrio de Santiago y entrar en la iglesia de Santa María.
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Para comer os recomendamos el restaurante Flor da Coutada, ubicado a cinco kilómetros de la localidad en una pequeña finca rodeada de viñedos. En el casco urbano, la tasca más popular es Venda Azul, que destaca por sus platos caseros.
Monsaraz
Monsaraz es para muchos la localidad más bella del Alentejo. Guarda similitudes con Marvão ya que también está encaramada en lo alto de un cerro y posee un imponente castillo. Pero en este caso se distingue por las casas encaladas que pueblan su reducido casco urbano repleto de callejuelas empedradas y rincones con encanto. Tiene un aire árabe, ya que fueron ellos quienes le dieron relumbrón, antes de volver a manos cristianas.
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Además de su castillo del siglo XIII, y que curiosamente ejerce como plaza de toros, vale la pena detenerse en su igreja Matriz y en el Museu do Fresco ubicado en un bonito edificio gótico.
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Para comer os recomendamos el restaurante 100 Esquadria, ubicado a dos kilómetros al sur de Monsaraz en Telheiro. Platos tradicionales, baratos y muy bien preparados.
Porto Covo
Dentro de una ruta que hicimos por la costa alentejana entre Sines y Zambujeira do Mar descubrimos este coqueto pueblo de pescadores compuesto por pequeñas casas blancas. Es un gusto recorrer sus calles adoquinadas y ver el impoluto aspecto que tienen todas las construcciones.
En verano la vida de Porto Covo es de lo más activa, ya que cuenta en sus alrededores con varias playas y calitas muy interesantes como las de Porto Covo, Buzinhos, Banho y Espingardeiro.
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Nadie que visite Porto Covo se puede quedar sin probar uno de los deliciosos pasteles ‘marqueses’ de la Gelataria Marquês, elaborados con harina, azúcar, huevo, almendra, margarina, calabaza de cabello de ángel y naranja.
Fajã da Caldeira de Santo Cristo
Vamos poniendo el punto y final a esta ruta por los pueblos más bonitos de Portugal dando el salto a los territorios insulares lusos. Primero hacemos parada en las Azores, donde además de su exuberante naturaleza, encontramos pueblos de lo más encantadores. Uno de ellos es la Fajã da Caldeira de Santo Cristo en la isla de São Jorge. Esta aldea se ubica en una fajana formada por los sedimentos acumulados junto al mar que se fueron desprendiendo de las cumbres de la isla. La imagen vista desde cierta distancia es idílica, una porción de tierra verde ganada al Atlántico bajo el abrigo de un acantilado imponente.
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A la Fajã da Caldeira de Santo Cristo solo se puede llegar caminando en la ruta de senderismo más popular de São Jorge. Una vez allí parece que el tiempo se detiene. Encantadoras casas bajas construidas con roca volcánica al igual que la pequeña iglesia; huertos y una gran laguna donde se crían apreciados bivalvos.
Curral das Freiras
Al igual que ocurre en el caso de la Fajã da Caldeira de Santo Cristo, la naturaleza es la que culpable de la inigualable belleza del pueblo que cierra nuestra lista. Se trata de Curral das Freiras (Valle de las Monjas) en Madeira. Hemos visitado dos veces esta isla, pero no fue hasta la segunda cuando contemplamos la estampa de esta aldea hundida en el fondo de un valle rodeado de montañas que parecen dibujadas al óleo.
Tal y como pasa con la Fajã da Caldeira de Santo Cristo, la imagen verdaderamente impactante de este pueblo es cuando se toma distancia. En este caso desde el mirador Eira do Serrado, ubicado a media hora de la capital de Madeira, Funchal, a casi 1.000 metros de altitud (el pueblo está a 550). Desde allí se aprecia el paisaje casi irreal de Curral das Feiras en el fondo de un antiguo cráter volcánico. El mirador es el punto de partida de una bonita ruta de senderismo que baja hasta la aldea (7 km.), pero también lo podemos hacer en coche en un trayecto de quince minutos que se ha facilitado mucho desde la construcción en 2004 del túnel de Curral das Freiras. Una vez en el pueblo merece la pena visitar su iglesia y las diferentes tiendas de artesanía que hay repartidas por el casco urbano.
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Para comer os recomendamos el restaurante Parada dos Eucaliptos, ubicado al pie de la carretera que llega desde Funchal, muy cerca del inicio del túnel. Deliciosos sus pinchos de carne en palo de laurel (‘espetada em pau de louro’).