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Con su bella estampa del puente de São Gonçalo salvando el cauce del río Támega, Amarante es una coqueta ciudad que permanece en un injusto segundo plano con respecto a sus compañeras del norte de Portugal. Posee iglesias de gran valor artístico, un sorprendente museo y hasta un parque acuático. Y todo ello con una gastronomía (y repostería) muy singulares regadas con los fantásticos vinos del Alto Douro. Te invitamos a descubrirlo en esta completa guía con todo lo que ver en Amarante
Érase una vez una ciudad ligada a un puente. Érase una vez una población heroica que defendió su morada hasta la última gota de sudor y de sangre. Érase una vez una discreta y fotogénica perla del norte de Portugal que reclama su merecido sitio y que es capaz de darle al viajero todos los alicientes que este pide. A 60 kilómetros de Oporto y a orillas del río Támega se encuentra Amarante. Muy bien situada a la vera a la autovía A4, la localidad bien merece una visita aunque sólo sea para contemplar su imagen más simbólica: el puente de São Gonçalo con la iglesia y el monasterio del mismo nombre al fondo. El santo, considerado una especie de San Valentín a la portuguesa, está omnipresente en Amarante. Incluso con representaciones de lo más erótico. Por algo fue su ciudad natal y aquí se le venera y se le reza en busca como un auténtico Cupido.
La lluvia marcó nuestra visita por todo lo que ver en Amarante dentro de una ruta por el norte de Portugal que nos llevó a Braganza, Braga y Guimaraes. Era primavera y los sauces que pueblan las riberas del río Támega estaban esplendorosos. También lo estaban las flores del jardín de su lujoso hotel Casa da Calçada. Fue un gusto cruzar su puente y adentrarse en un entramado de callejuelas donde nos esperaron iglesias barrocas, antiguas casas solariegas y hasta un museo de arte modernista.
Guía con todo lo que ver en Amarante en un día
Un día es suficiente para conocer los imprescindibles que ver en Amarante. De hecho es ideal como parada técnica (y cultural) en un viaje a Oporto o a esas joyas del norte luso como son Braga y Guimaraes. Amarante es pequeña y lo ideal es recorrerla a pie y guiados por esta visita de dos horas en español que no se deja nada en el tintero. Un buen consejo es no adentrarnos en su casco histórico con el coche, por mucho que tengamos la tentación de cruzar el puente de São Gonçalo sobre cuatro ruedas. Mejor hacerlo caminando y aparcar en la avenida Alexandre Herculano, que transita en paralelo al Támega. Una vez nos hayamos olvidado del coche toca disfrutar y, esta vez sí, traspasar ese puente que representó la lucha heroica del pueblo de Amarante contra el invasor francés.
Puente de São Gonçalo
El «quiero y no puedo» que se convirtió la efímera invasión francesa de Portugal en 1808 tuvo en Amarante y en el puente de São Gonçalo su escenario más épico. Después de saquear Oporto, las tropas francesas comenzaron su retirada hasta toparse con Amarante. Buscaban un paso sobre el río y allí lo encontraron. El problema para ellos es que la población de la ciudad se unió para impedir su paso. Después de una defensa numantina, los galos impusieron su fuerza y se vengaron arrasando la localidad. Lo que no se resintió fue el puente de São Gonçalo. Había sido levantado apenas veinte años antes después de que el original del siglo XIII se hundió por una crecida del río Támega. Hoy los que quieren cruzar esta puerta abierta a Amarante encuentran hospitalidad y una vista de hermosa factura.
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Iglesia y monasterio de São Gonçalo
La panorámica del puente de São Gonçalo se completa con la iglesia y el monasterio del mismo nombre. Se pueden visitar de 8 a 18:00 horas con entrada libre. Se trata de una construcción que aúna estilos renacentista, barroco, manierista y ochocentista. Del primero es el pórtico decorado con estatuas de santos y que más bien parece el de una iglesia italiana. Junto a él, hay una galería abovedada presidida por las estatuas de los reyes que gobernaron Portugal durante la construcción del monasterio. Joao III y su mujer Catalina de Austria, que fueron los que lo iniciaron, pero también, Sebastiao y Felipe I.
En el interior, nos podemos quedar embobados con el dorado altar barroco, sus claustros y el artesonado de la sacristía. También podemos visitar la tumba de São Gonçalo, presidida por una estatua del santo totalmente desgastada. ¿Cuál es el motivo? La tradición dice que para encontrar el amor hay que darle ‘mimos’ al San Valentín portugués. Una de esas costumbres tontas que lo único que hacen es dañar el patrimonio.
Iglesia de São Domingos
Una empinada calle empedrada que sale junto a la iglesia y el monasterio de São Gonçalo nos permite contemplarlos con mayor amplitud y claridad. Sin solución de continuidad e inmersos en el encanto de la ciudad nos toparemos con otro de los imprescindibles que ver en Amarante, la diminuta iglesia de São Domingos. En su interior tuvimos la suerte de encontrar a Joao, un tipo formidable que nos aseguró que el mejor vino de Oporto se vende en Mirandela y debe tener un tiempo de maduración de diez a viente años. «La botella cuesta 70 euros, pero merece la pena». Al margen de hablar de vinos y de hacernos algunas recomendaciones de nuestro próximo viaje a las Azores, nos explicó con detalle la historia y las anécdotas de este templo barroco del siglo XVIII. Entre ellas que el Cristo que preside su altar está elaborado con papel maché. Data del siglo XVII y se restauró recientemente.
Iglesia de São Pedro
Nos perdemos por Amarante entre estrechas calles de adoquines perfectamente cuidadas y algunas muestras de arte urbano en vetustos locales que han pasado a mejor vida. Y de repente aparece ante nuestros ojos la iglesia de São Pedro, también barroca y con una imponente torre. En su interior encontramos a otro agradable paisano que hacía las veces de de sacristán, guía y vigilante. Estaba henchido de gozo porque la iglesia acababa de ser restaurada después de una importante inversión. Había incorporado cámaras de vigilancia y hasta se habían colocado unos modernos confesionarios que, la verdad, rompían un poco con la estilo barroco del templo. Imprescindible entrar en su sacristía y admirar el techo de madera de castaño.
Solar dos Magalhães
No son más que unas ruinas, pero gracias a ellas nos podemos imaginar la majestuosidad de la casa solariega que había antes de la entrada como elefante en cacharrería de las tropas de Napoléon Bonaparte en Amarante. El Solar dos Magalhães se encuentra muy cerca de la estación de ferrocarril y una valla nos obliga a contemplarlo con cierta distancia. Se levantó en el siglo XVII y acabó calcinada después de que los amarantinos se refugiaran en ella durante el frutal paso de los soldados franceses. Somo su propio nombre indica, perteneció a la familia Magalhães.
Museo Amadeo de Souza-Cardoso
Los aficionados al arte modernista se llevarán una sorpresa mayúscula cuando sepan que entre las cosas que ver en Amarante se encuentra uno de los museos más importantes de Portugal. Está dedicado al artista Amadeo de Souza-Cardoso, amarantino y relevante artista portugués del pasado siglo. El museo se ha abierto un espacio en uno de los claustros del monasterio de São Gonçalo. En él podemos encontrar retratos, bocetos, viñetas y algunos de los cuadros que llevan la firma de este peculiar artista. La entrada al museo tiene el precio de 1 euros y está abierto de martes a domingo de 10:00 a 12:30 horas y de 14:00 a 17:30 horas.
Parque acuático de Amarante
Si visitamos Amarante en la época estival y si además lo hacemos con niños, no hay excusa para no acudir al parque acuático de la ciudad. Pocos se esperan un lugar así tierra adentro, pero el parque es muy popular en esta zona de Portugal donde en verano las temperaturas aumentan considerablemente. Está a unos dos kilómetros del centro de Amarante y cuenta con tres toboganes, varias piscinas y un amplio espacio para descansar y tomar el sol. La entrada es de 13 euros para los adultos y 7 para los niños. Está abierto de junio a septiembre de 10:30 a 19:00 horas.
Hoteles en Amarante
Amarante cuenta con una corta pero interesante oferta de hoteles que ayudan a convertir a esta ciudad en un buen centro de operaciones para conocer el norte de Portugal. Su alojamiento más destacado y lujoso es la Casa da Calçada, ubicado junto al puente de São Gonçalo y que cuenta con un bellísimo jardín. Se ubica en una antigua casa señorial que ha sido totalmente rehabilitada.
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¿Dónde comer en Amarante?
La comida en Amarante se puede dejar para antes o después de ver la ciudad. ¿Cuál es el motivo? La mayoría de sus restaurantes y tabernas más conocidas se encuentran antes de cruzar el puente de São Gonçalo y adentrarnos en su casco histórico, en la rua 31 de Janeiro. En ella se localiza además la confitería más popular de la ciudad y un lugar ideal para saborear un café y un dulce con la panorámica más fotografiada de Amarante.
- Adega Regional Kilowatt (Rua 31 de Janeiro, 99). Con una decoración de tasca tradicional con tajos de madera, laureles y jamones colgados de las paredes, banderines, bastones y todo tipo de objetos, la Adega Reginal Kilowatt es uno de los establecimientos más auténticos y entrañables que hemos conocido en Portugal. Se come a base de tapas y no se acabará pagando más de 7 u 8 euros por persona. Su plato estrella se denomina precisamente tapa y consta de queso, jamón y una carne que se denomina salpicón y que es lomo de cerdo ahumado. Destaca también su chorizo ahumado al vino verde, que además se puede comprar fresco en la tienda con la que cuenta la adega.
- Zé da Calçada (Rua 31 de Janeiro, 83). Los que busquen un restaurante para comer en Amarante tienen en el Zé da Calçada al más popular de la ciudad. Se puede comer por unos 20 euros por persona y ofrece platos tradicionales como el bacalao al estilo de la casa, arroz con pato, posta de vitela, pulpo o cabrito asado. Muchos clientes se quejan de la lentitud del servicio en días de mayor ocupación. José Saramago lo cita en su obra «Viaje a Portugal»
- Confeitaria da Ponte (Rua 31 de Janeiro, 186). En un recorrido por todo lo que ver en Amarante hay que poner un toque dulce obligatoriamente. Y qué mejor lugar para hacerlo que su confitería más emblemática. Da Ponte está, como no podía ser de otra forma, junto al puente de São Gonçalo y ofrece una interminable variedad de tartas, dulces y pasteles. Imposible resistirse si caemos en la tentación de mirar su escaparate. En él ocupan un lugar privilegiado los quinhanzinhos de Sao Gonçalo, los colhoes o caralhinhos. Todos estos nombres definen a unos grandes dulces con forma fálica que ponen el toque erótico a la tradición del San Valentín portugués.
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