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Con su fortificación en forma de estrella de doce puntas, Almeida es una de las localidades más bellas de Portugal. Forma parte de la red de Aldeas Históricas y su estratégica situación en la frontera le confirió un papel muy relevante a lo largo de la historia. Escenario de una de las batallas más cruentas de la guerra contra los franceses, su rehabilitado y cuidado casco histórico es todo un viaje en el tiempo. Te lo mostramos en esta guía con todo lo que ver en Almeida
La frontera hispano-lusa es prolífica en localidades fortificadas recuerdo de un pasado donde las batallas por el dominio de la tierra se sucedían. Algunas conservan restos de esas murallas que soportaron mil envites y también castillos que resistieron el paso del tiempo gracias a un sinfín de rehabilitaciones. Pero si hay una población que se lleva la palma al poseer una cerca perfectamente conservada y además con un trazado muy singular, esa es Almeida. Portugal y su historia tienen marcado en rojo esta villa. Aunque en un principio perteneció al Reino de León, el Tratado de Alcañices (1297) la reconoció como portuguesa. Eso no impidió que siguiera siendo codiciada por Castilla, que protagonizó diferentes incursiones violentas. Felipe IV ordenó asaltarla destruyendo por completo su muralla. Con el objetivo de blindar la ciudad, Antoine de Ville diseñó en 1641 una fortaleza defensiva en forma de estrella al estilo Vauban y siguiendo la conocida como traza italiana. Una muralla similar a las de Elvas y Valença do Minho y casi perfecta que resistió la invasión napoleónica, la última gran batalla que libró Almeida.
Hoy la villa reposa tranquila. Detrás de sus murallas se esconde un entramado de callejuelas que guarda una interesante arquitectura civil, militar y religiosa a la que merece la pena dedicarle un día. Asimismo, su Museo Histórico-Militar propone un recorrido por la importancia de Almeida en la historia de Portugal. Y como no podía ser menos en la Región Centro, no podemos olvidarnos de una suculenta gastronomía a precios asequibles que ponga el mejor colofón a un recorrido por todo lo que ver en Almeida.
Cómo llegar a Almeida
Almeida es una localidad fronteriza que se encuentra a solo 14 kilómetros de Vilar Formoso y a 130 kilómetros de Salamanca. Podemos llegar cómodamente en coche por la autovía A-62 española hasta el paso fronterizo de Fuentes de Oñoro y Vilar Formoso. En esta última localidad, tomaremos la carretera N332 que nos llevará a Almeida. Si la queremos visitar desde Oporto (236 kilómetros), circularemos por la A1 en dirección Lisboa y cogeremos posteriormente la A25 hasta Vilar Formoso.
Almeida no cuenta con estación de ferrocarril. La más cercana es la de Vilar Formoso, localidad que está conectada con Oporto y Lisboa con varios servicios. En ambos casos, el tiempo de viaje no baja de las cinco horas, por lo que la opción más recomendable para visitar Almeida es el vehículo. La localidad también cuenta con un área de estacionamiento de caravanas fuera del casco histórico con 16 plazas gratuitas, agua potable y puntos de recarga eléctrica.
¿Dónde dormir en Almeida?
Alojarse en Almeida es una buena opción, no solo para conocer esta villa, también para hacer un recorrido por su entorno donde destacan otras Aldeas Históricas como Castelo Mendo y Castelo Rodrigo. También merece una parada la pequeña aldea de Castelo Bom, y desde Almeida podemos cruzar la frontera y para descubrir su ciudad hermana y también poseedora de una muralla en forma de estrella, Ciudad Rodrigo. Estos son los mejores lugares para alojarse en Almeida.
El hotel Fortaleza de Almeida es el más popular. Se encuentra en el interior de la muralla, tiene cuatro estrellas y unas instalaciones modernas y muy cómodas. Cuenta con restaurante propio en el que se elaboran platos de cocina tradicional portuguesa. Posee además servicio de alquiler de bicicletas.
Otra opción es alojarse en Vilar Formoso o en la ciudad de Guarda (que cuenta con hoteles interesantes como el Lusitania o el Vanguarda) y visitar desde allí Almeida y sus alrededores.
Qué ver en Almeida. Los imprescindibles
Aunque podemos acceder al interior del recinto amurallado de Almeida con nuestro coche, un consejo es dejarlo fuera. El aparcamiento que hay en el Largo 25 de Abril es un lugar idóneo. Una vez despojados del vehículo flanqueamos la cerca por la puerta de San Francisco, donde además está ubicada la oficina de turismo. Una ayuda extra para disfrutar de todo lo que ver en Almeida. Portugal amurallada en estado puro.
La muralla y sus elegantes puertas
La destrucción por parte de Felipe IV de España de la antigua muralla de Almeida, obligó a las autoridades a estrujarse la mente para hacer una cerca más resistente. Portugal no se podía permitir el lujo de perder una plaza de un incalculable valor estratégico. Además la orografía del terreno no ayudaba mucho. Almeida se ubica en una meseta (por este motivo su nombre procede del árabe ‘Al Mêda’ que significa «la mesa») a diferencia de otras localidades fronterizas como Castelo Mendo o Castelo Rodrigo que se emplazan en puntos elevados que permitían divisar si el enemigo avanzaba por el valle del río Coa. Antoine de Ville se basó en el estilo creado por el ingeniero francés Vauban a partir de la traza italiana para crear una muralla en forma de estrella con bastiones o baluartes y revellines. De esta forma estaba doblemente reforzada en las esquinas, donde además se aprovechaba para colocar la artillería. Un auténtico fortín blindado que en 1810 sufrió el terrorífico sitio de las tropas napoleónicas que acabó con una explosión que destruyó el castillo. En 1811 volvió a manos portuguesas con el apoyo de los británicos, por los franceses la dinamitaron de nuevo como «regalo» de despedida. Afortunadamente la muralla resistió y hoy la podemos contemplar y recorrer.
Su trazado tiene un perímetro de 2,5 kilómetros con doce puntas y media docena de baluartes. Destacan también sus puertas, especialmente dos de ellas. En primer lugar la mencionada de San Francisco, que nos da la bienvenida a Almeida. En su interior se encuentra la oficina de turismo. Se trata de una puerta doble con un importante espacio entre ambas. De esta forma el enemigo tenía que superar dos barreras si quería acceder a la ciudad. Otra puerta doble y que es otro de los lugares imprescindibles que ver en Almeida es la de San Antonio. Se construyó con una cubierta abovedada a prueba de bombas. En su interior vivía el cuerpo de guardia y e incluso había espacio para una pequeña prisión.
Museo Histórico-Militar de Almeida
Queda demostrado que la muralla de Almeida es un soberbia obra de ingeniería repleta peculiaridades y elementos que consolidan su defensa. Uno de ellos son las casamatas, una veintena de compartimentos abovedados que se ubican debajo del baluarte de San Juan de Dios. Se trata de una construcción que va más allá de un simple búnker. Se podría decir que es una mini ciudad subterránea con barracones donde los habitantes de Almeida y sus tropas se podían refugiar en caso de ataque inminente.
Hoy esas casamatas acogen el Museo Histórico-Militar de Almeida (3,50 euros la entrada) donde a través de objetos originales y réplicas, se hace un repaso a la historia de la localidad y su constante espíritu de supervivencia. Figuras de soldados, cañones, recreaciones del campo de batalla, armas de fuego y documentos históricos, conforman un espacio al que merece la pena dedicarle algunos minutos de nuestra visita a Almeida. Portugal y su historia contada por las gentes de una villa luchadora.
Picadero del Rey
No solo la muralla impacta al visitante de Almeida. De muros para adentro tenemos una localidad cuidada hasta el más mínimo detalle y con alguna que otra sorpresa. Por ejemplo, el Picadero del Rey. Su uso actual como centro de equitación con criadero de caballos, nada tiene que ver con la función que jugó en el pasado. Se construyó para guardar el arsenal con el que contaba Almeida en caso de ataque. Después funcionó como una especie de taller para toda la artillería militar e incluso como horno de pan. Fue severamente dañado por el ataque de las tropas napoleónicas aunque conserva elementos originales como el portal decorado con las armas reales. Se restauró en el siglo pasado para convertirse en un centro ecuestre que se puede visitar de forma gratuita.
Iglesias Matriz y de la Misericordia
La iglesia Matriz de Almeida ocupa el lugar de lo que fue un convento del siglo XVI de monjas franciscanas consagrado a Nuestra Señora de Loreto. Posteriormente fue usado como cuartel militar y hospital, pero, tras la explosión del castillo y la iglesia aledaña en 1810, asumió el papel de templo principal de la localidad. Fue restaurado y su interior acoge una capilla original del Niño Jesús, entre otros elementos destacados. Está protegido por una verja y justo enfrente de la iglesia se ubicaba una singular panadería que desgraciadamente ha cerrado sus puertas. Pertenecía a Francisco Loureiro y sus hijos y entrar en ella era un auténtico viaje en el tiempo. Un horno a la antigua usanza donde los panes parecían un regalo divino. De sobra es conocido que el pan portugués tiene, por norma general, una calidad extraordinaria, pero el que se elaboraba en esta panadería de Almeida no tenía parangón. De los que puedes dejar varios días sin que la miga se endurezca o pierda esponjosidad. Tristemente solo es un recuerdo del pasado.
Otro templo de interés que ver en Almeida es la iglesia de la Misericordia, que curiosamente reproduce en su fachada una de las puertas que dan acceso al interior de la ciudad amurallada, la de San Antonio. Data de finales del siglo XVII, la capilla mayor cuenta con dos retablos dorados del siglo XIX y el templo estuvo unido al antiguo hospital de la localidad formando la Casa de la Misericordia.
Ruinas del castillo y Torre del Reloj
En la parte alta del casco histórico de Almeida se encuentran las ruinas del castillo que los franceses volaron por los aires en 1810 cuando protagonizaron el asedio a la ciudad. Hoy apenas podemos ver el trazado de los muros de una fortaleza que, de haber resistido, daría mayor empaque a la silueta ya de por sí imponente de la localidad. Castillos que todavía resisten en otras Aldeas Históricas de Portugal como Belmonte, Sortelha, Trancoso y Linhares da Beira, por poner algunos ejemplos. A pesar de su estado, las ruinas están declaradas Monumento Nacional. No está claro si fueron los musulmanes o los leoneses los que levantaron la fortaleza. Posteriormente fue reedificada por el rey Dinis, aunque su dimensiones fueron reducidas en comparación con otros castillos fronterizos. Manuel I también la rehabilitó y, antes del asedio francés, cumplía las funciones de almacén de pólvora. Circunstancia que lo puso fácil para que las tropas napoleónicas la volaran.
Junto a las ruinas del castillo se eleva la Torre del Reloj. Se cree que está construida aprovechando los cimientos de la iglesia ubicada junto al castillo y que también si vino abajo con la explosión de 1810. Se mueve entre el neoclasicismo y el barroco y resulta incomprensible que a su lado se haya construido un feísimo depósito de agua pintado de color blanco que perturba por completo la estampa de la zona.
Casas señoriales y edificios militares
Perderse por las calles de Almeida sin rumbo fijo y disfrutando de cada rincón nos permite contemplar algunas de las casas señoriales diseminadas por el casco histórico. La que perteneció al brigadier Vicente Delgado (plaza José Casemiro) tiene influencia barroca y destaca por su gran escudo de armas. Está pintada de un color rosa palo que está presente en otras viviendas del pueblo y también en el restaurante Granitus que nos recibe en la zona de aparcamiento del largo 25 de Abril.
A pocos metros de la Torre del Reloj se levanta la casa del mariscal de campo Manuel Leitao de Carvalho, de ornamentación barroca y con el escudo de armas presidiendo la segunda planta. No menos interesante es la casa de los Veedores Generales, también con el escudo de armas en piedra y distribuida en cuatro módulos. La Casa de los Gobernadores, del siglo XVIII, posee dos pisos y planta cuadrangular.
Finalizamos en este recorrido con dos ejemplos de la arquitectura militar en Almeida, como es el edificio del Cuerpo de la Guardia Principal. Es una construcción neoclásica con tres arcos en su fachada y que da una idea de la importancia que tuvo la ciudad. Data de finales del siglo XVIII. De la misma época es el Cuartel de Escuadras, que sirvió de cuartel de infantería y en cuya fachada está colocado un blasón real.
Comer en Almeida
Una de las grandezas de ‘la Raya’ es que con tan solo cruzar a Portugal encuentras una interminable oferta de restaurantes de cocina tradicional portuguesa a precios muy ajustados. Somos de los que nos hemos escapado en más de una ocasión al país vecino en un mismo día simplemente para degustar un buen plato de bacalao. Cuando hablamos de comer en Almeida no nos podemos limitar a la propia localidad, donde solo hay un restaurante reseñable donde la calidad no es extraordinaria. Podemos optar por acudir a la pedanía de Malpartida o quedarnos en un restaurante que encontraremos en la carretera que une Vilar Formoso con Almeida.
- Restaurante O Caçador (Largo do Olmo. Malpartida. Almeida) Restaurante sencillo y familiar con un puñado de mesas y donde hay que reservar si acudimos en fin de semana. A pesar de ser una pequeña pedanía de Almeida, Malpartida cuenta con dos restaurantes que recogen a la mayoría de hambrientos comensales que visitan la localidad fortificada. Además de O Caçador, justo al lado se encuentra Casa d’Irene. La carta de O Caçador es reducida pero con interesantes platos de cocina tradicional lusa. Destaca su pulpo a la plancha y los bacalaos a brás, gratinado y a la plancha. En cuanto a las carnes, elaboran un delicioso entrecot de ternera y también cordero a la plancha y lomo de cerdo. El precio medio por persona es de unos 20 euros.
- Restaurante O Lavrador (Carretera N332, cruce de Junça). A 4,5 kilómetros de Almeida en la carretera que une Vilar Formoso con esta localidad encontramos el restaurante O Lavrador. Se trata de una tasca sencilla en la que degustar un buen bacalao a brás a un precio muy ajustado. Es sin duda su especialidad que se puede completar, por ejemplo, con un plato de almejas donde lo mejor es la exquisita salsa con las que los cocinan. También elabora platos de carne de ternera y cerdo que se mueven entre los 7 y los 11 euros. El precio medio por persona es de 14-15 euros.