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Hay muchos caminos a Santiago, pero pocos arrancan con la energía, el carácter y la belleza de Oporto. En este post te cuento por qué la ciudad del Douro es un inicio redondo para el Camino Portugués: cómo te recibe, qué ver antes de calzarte las botas, qué comer para cargar pilas y, sobre todo, qué lugares te esperan en las primeras etapas hasta rozar la frontera con Galicia. Una guía práctica, cercana y honesta para que empieces tu peregrinación con buen pie y saboreando Portugal desde el primer kilómetro
El Camino de Santiago Portugués no deja de ganar adeptos. Quien lo elige, repite o lo recomienda por su equilibrio perfecto entre patrimonio, paisajes amables, pueblos con encanto y una deliciosa gastronomía que te acompaña paso a paso. Además, está magníficamente señalizado, con buenas opciones de alojamiento y servicios pensados para el peregrino. Si buscas un primer Camino menos masificado que el Francés, más verde que el de la Vía de la Plata y más templado que el del Norte, este es tu itinerario. Y si puedes, mi consejo es hacerlo con el apoyo de profesionales que se encarguen de la logística (alojamientos, traslado de equipaje, asistencia) para que tú solo te preocupes de caminar y disfrutar: más información aquí. En esta guía te explico por qué Oporto es un inicio ideal y qué otros atractivos te aguardan hasta la frontera con Galicia.

Por qué Oporto es la ciudad ideal para empezar el camino de Santiago
Oporto te acoge como pocas ciudades. Es compacta, auténtica y con una personalidad que engancha: decadente y luminosa a la vez, con ese punto melancólico que tanto nos gusta de Portugal. Empezar el Camino aquí te permite aterrizar un día antes, ajustar cuerpo y mente, y despedirte del asfalto con un paseo de cine antes de la primera etapa.
Qué ver en Oporto para “cargar de sentido” tu inicio peregrino
- La Ribeira y el puente de Dom Luís I. Es el corazón de la ciudad. Caminar junto al Douro al atardecer, cruzar a pie el puente y mirar Oporto desde Gaia te regala una postal que recordarás en los días de marcha. Si hace buen tiempo, tómate unos minutos en el Jardim do Morro para sentir la ciudad bajo tus pies.
- La Sé y el barrio de la catedral. Desde su explanada entenderás la orografía vertical de Oporto y, de paso, sellarás simbólicamente tu punto de partida bajo una de las vistas más bonitas de la ciudad. En la Casa do Cabido puedes encontrar información útil y, a menudo, el primer sello de tu credencial.
- Estación de São Bento. Sus paneles de azulejos cuentan historia a lo grande. Dedícale unos minutos para salir ya “en modo Portugal”. Si llegas en hora punta, entra por la puerta lateral: ahorrarás cola y te permitirá apreciar los murales con calma.
- Torre de los Clérigos y su entorno. Subir los 225 escalones el día previo es un buen “test” de piernas. La panorámica de tejados, iglesias y el cauce del Douro merece la pena y ayuda a orientarte para la salida.
- Livraria Lello. Turística, sí, pero una joya modernista que añade ese toque mágico al inicio del viaje (mejor reservar con antelación en temporada alta). Si no quieres demoras, pasa a primera hora o a última de la tarde.
- Vila Nova de Gaia y sus bodegas. Aunque el Camino no va de brindar, un tasting corto de vinho do Porto te servirá para despedir la ciudad con un sorbo dulce. Si prefieres plan “suave”, pasea el muelle de Gaia hasta la Capela do Senhor da Pedra en Miramar (ideal si te tienta enlazar con el trazado litoral en la primera jornada).
- Crucero de los Seis Puentes. Media hora que te enseña la ciudad desde el río y te ayuda a bajar pulsaciones tras el viaje. Ideal si llegas por la mañana y caminas al día siguiente.
- Museos y rincones con calma. El Palácio da Bolsa, el Mercado do Bolhão recién renovado, la Igreja do Carmo con su fachada de azulejos o la Foz do Douro para oler el Atlántico antes de entrar de lleno en el Camino.

Consejos logísticos integrados
- Dormir la noche previa cerca de la Sé o en la Baixa te ahorra desniveles el día 1 y te deja a mano todos los imprescindibles.
- Credencial: si no la traes, podrás conseguirla en parroquias y asociaciones jacobeas de la ciudad; llévala siempre accesible para sellar en iglesias, cafés y alojamientos.
- Salida: muchos peregrinos enlazan con el Camino Central cruzando a Vila Nova de Gaia y pasando por Grijó hasta São Pedro de Rates; otros optan por bordear el Douro y conectar después. Ambas variantes están señalizadas con flechas amarillas.
- Alternativa litoral: si el cuerpo te pide mar, el Camino Portugués por la Costa también parte de Oporto. Brisa atlántica, pasarelas sobre dunas y pueblos marineros; más viento, menos desnivel. Aquí nos centramos en el trazado central.
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Dónde y qué comer en Oporto para empezar fuerte
- Francesinha (compártela si no quieres salir rodando).
- Bacalhau en mil versiones (a Gomes de Sá, a Brás, a la brasa).
- Tripas à moda do Porto, el plato identitario.
- Cachorrinhos (perritos picantes a la plancha) para una cena ligera.
- Sopas del día y caldo verde, aliados del peregrino.
- Dulces: pastel de nata, bolas de Berlim y, si tienes ocasión, un pão de ló jugoso.
Para un primer menú “pilas ON”: sopa + bacalao + fruta. Hidrátate bien (sí, también con vinho verde, pero después de caminar). Si te gusta el café, anota que en Portugal el cimbalino (expreso) es corto y potente: perfecto para arrancar temprano.
Pequeña guía de la primera jornada
Si sales desde la Sé, desciende hacia la Ribeira para calentar piernas sin castigarlas y cruza a Gaia. El trazado del Camino Central te irá alejando del centro urbano hacia zonas residenciales y, poco a poco, a caminos agrícolas. No te obsesiones con el ritmo: es un día para afinar mochila, ajustar bastones y dejar que la cabeza haga “click”.
Otros atractivos del Camino de Santiago Portugués
Una de las grandes virtudes del Camino Portugués Central es cómo reparte los “momentazos” en sus primeras jornadas: patrimonio medieval, puentes romanos, viñedos, bosques, calzadas históricas y cascos antiguos que invitan a alargar el paseo cuando ya creías que el día estaba hecho. Entre Oporto y la frontera con Galicia destacan tres paradas con nombre propio —Barcelos, Ponte de Lima y Valença do Minho— y varios hitos intermedios que merecen mención: São Pedro de Rates, Balugães o Rubiães.
Barcelos, gallos, mercado y arte popular
Barcelos es sinónimo del “galo” de colores que verás en imanes, cerámicas y murales por todo Portugal. Aquí nació la leyenda y aquí el arte popular tiene casa, calle y calendario. Si tu etapa cuadra en jueves, tendrás la suerte de encontrarte con uno de los mercados más animados del norte portugués: frutas, panes, quesos, embutidos, artesanía y un ambientazo que reaviva piernas cansadas. Pasea por el Puente de Barcelos sobre el Cávado, acércate a las ruinas del Paço dos Condes y a la Torre de Porta Nova, entra en la Igreja Matriz y reserva unos minutos para el Museu de Olaria, un guiño perfecto al ADN artesano de la ciudad.
Pistas útiles: – Los jueves el centro se transforma; si no te gustan las aglomeraciones, duerme a las afueras y visita el mercado a primera hora. – Para comer, pide bacalhau a la brasa o un arroz de cabidela en ración de peregrino; de postre, si lo encuentras, pudim Abade de Priscos.
São Pedro de Rates, piedra románica en calma
No siempre sale en los titulares, pero la Iglesia Románica de São Pedro de Rates es una de las sorpresas más agradables del Camino en esta fase. Su portada y capiteles son clase magistral de escultura medieval. Tómate un respiro en la plaza, rellena cantimplora y sal con la sensación de que el Camino también es contemplación.
Ponte de Lima, villa antigua y puente con alma
De Barcelos a Ponte de Lima el paisaje se vuelve más rural y el Camino te regala una de esas llegadas que no se olvidan: el puente medieval sobre el río Lima con la igreja de Santo António da Torre Velha al fondo. Es una de las villas más hermosas de Portugal y presume de ser la más antigua del país (su carta foral es de 1125). El casco histórico es perfecto para pasear sin prisa: Praça da República, jardines ribereños, casas blasonadas y pequeños museos. Si te queda tiempo, acércate al Parque Temático do Arnado (al otro lado del puente), combina jardines históricos y didácticos; o sigue un tramo de la Ecovia do Lima, muy bien señalizada, ideal para estirar después de etapa.

Cuando el calendario acompaña: en septiembre las Feiras Novas llenan la villa de desfiles, gigantones y folclore; en primavera, el Festival Internacional de Jardins ofrece paseos coloridos a orillas del río.
A la mesa: estás en tierra de vino blanco Loureiro; acompáñalo con un arroz de sarrabulho “à moda de Ponte de Lima” o con rojões. Ligero no es, sabroso sí: comparte raciones y guarda hueco para fruta o un café con pastel.
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Rubiães, calzadas antiguas y sosiego
La subida por el Alto da Portela Grande de Labruja (si pernoctas en Ponte de Lima y continúas) es uno de los tramos más bonitos y físicos de estas jornadas, con piedra, sombra de carballos y pasos de agua. La aldea de Rubiães te recibe con ritmo pausado y la Igreja de São Pedro de Rubiães, de origen románico, recuerda que caminas sobre siglos de historia.
Valença do Minho, dos fortalezas mirando a Galicia
La última gran parada antes de Galicia es una sorpresa monumental: Valença do Minho es en realidad dos fortalezas gemelas unidas por plazas, murallas en estrella, baluartes, puertas y calles empedradas que hoy mezclan historia con vida comercial. Pasear por su recinto amurallado es viajar en el tiempo, asomarte a miradores con el río Miño a tus pies y Tui enfrente, y entender por qué la frontera fue durante siglos una línea de tensión… y hoy lo es de unión. No dejes de recorrer la Rua Direita, asomarte a los balcões y, si te queda gasolina, bajar al puente internacional para sentir que Santiago está ya un poquito más cerca.

Pausa con sabor: caldo verde, polvo à lagareiro (pulpo al horno con aceite y patata) o una posta mirandesa. Si el día fue largo, agradecerás proteínas, hidratos y buen aceite de oliva.
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