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Una isla vertical. Agujereada como un queso gruyer gracias a más de 40 túneles. Un regalo de la naturaleza en la inmensidad del Atlántico que, en sucesivas erupciones, se fue moldeando hasta convertirse en lo que hoy conocemos. Mucho más que la patria chica de Cristiano Ronaldo. Un paraíso para los amantes del senderismo desdibujado en algunos puntos de la costa por el turismo de masas, pero que en su interior guarda paisajes que no parecen de este planeta. Te invitamos a acompañarnos en este recorrido por 20 cosas que ver en Madeira. Una mezcla de naturaleza, zonas de baño, patrimonio, gastronomía y miradores, muchos miradores
Dos grandes obras casi faraónicas cambiaron para siempre la historia de Madeira. Una fue la ampliación de la pista de aterrizaje de su aeropuerto. Pasó de ser uno de los más peligrosos del mundo a una instalación moderna y segura gracias un proyecto que obligó a tirar de imaginación. La nueva pista se extiende sobre la carretera que bordea la costa y el océano gracias a una sucesión de pilares. En una isla absolutamente vertical sin apenas fajanas en las que levantar una instalación así, había que tirar de imaginación. Y la otra fue la construcción de la red de túneles que permiten recorrer la isla sin acabar mareado en carreteras de montaña con interminables curvas. Aun así, siguen siendo muchas las vías que ponen a prueba a los conductores más temerosos y hacen disfrutar a los más aventureros.
Desde entonces Madeira se convirtió en un epicentro turístico. No importó que no tenga playas naturales como ocurre en su vecina Canarias. La capital, Funchal, se llenó de complejos turísticos en los que pasar unas agradables vacaciones con buena temperatura. Alemanes y británicos son los que más se han dejado seducir por sus encantos, pero desde la primera vez que viajamos a la isla en 2013 hasta la segunda, en 2022, los viajeros españoles han aumentado considerablemente.
Madeira es en realidad un archipiélago compuesto por tres islas. La principal que lleva el mismo nombre, la de Porto Santo, que posee una gran playa de arena blanca y aguas cristalinas, y las deshabitadas Islas Desertas. Todas ellas se encuentran a 500 kilómetros al norte de Canarias y en paralelo a la ciudad marroquí de El Yadida. ¿Qué se va a encontrar el viajero que quiera descubrir todo lo que ver en Madeira? Primero, una red de senderos que hará las delicias de los amantes del senderismo. Es sin duda su principal reclamo. Aunque su verticalidad impide que haya playas naturales (salvo la mencionada de Porto Santo), hay numerosas piscinas de agua salada y playas artificiales que permiten matar el gusanillo. Madeira cuenta además con una buena red hotelera. Complejos modernos y perfectamente equipados que permiten darse un capricho.
Cómo llegar a Madeira
Son numerosas las compañías que tienen vuelos regulares a Madeira desde Madrid y Barcelona. Nosotros la primera vez lo hicimos con la aerolínea portuguesa TAP desde Barajas. La segunda escogimos uno de nuestros aeropuertos favoritos, el de Oporto. Desde allí hicimos la ida con EasyJet y la vuelta, con Ryanair. En ambos casos a precios muy económicos.
El aeropuerto de Madeira se encuentra al sur de la isla, en Santa Cruz, a veinte minutos en coche de Funchal.
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Cómo moverse por Madeira
Para recorrer por libre los principales lugares que ver en Madeira es fundamental alquilar un coche. Las principales compañías tienen oficina en el aeropuerto y se pueden encontrar vehículos a precios muy competitivos. Aunque la conducción por las carreteras madeirenses requiere de pericia, sobre todo en algunas rampas que parecen auténticas paredes por su verticalidad, no se trata de una tarea compleja.
Es aconsejable alquilar un vehículo con cierta potencia para no quedarse ahogado en esas cuestas interminables. La velocidad máxima es de 90 km/h en la carretera de doble carril que bordea el sur de la isla. Es curioso, pero donde mayor velocidad se puede alcanzar es en los túneles, ya que ahí están las principales rectas.
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¿Dónde alojarse en Madeira?
Para desplazarse con mayor comodidad a todos los puntos de la isla, recomendamos alojarse en la capital, Funchal. Las comunicaciones son mejores y también la oferta hotelera. Durante nuestro segundo viaje a Madeira elegimos el hotel Tui Blue Madeira Gardens, ubicado en una zona muy tranquila del oeste de Funchal. La experiencia fue de diez. El hotel está dividido en tres zonas. Una es el edificio principal donde están el grueso de las habitaciones, todas ellas perfectamente equipadas y muy confortables. Existe un área de villas de reciente construcción y justo enfrente las suites, que también se han levantado hace muy poco tiempo. Nosotros pernoctamos en una de estas últimas. Cuentan con un baño muy amplio y moderno, con una cristalera que lo separa del dormitorio con una de esas camas que te arropan y te permiten un descanso de lo más plácido. El balcón, muy espacioso tiene vistas al Atlántico y a la piscina.
Aunque se puede optar por media pensión o pensión completa, nosotros lo cogimos solo con desayuno ya que nos íbamos a mover por la isla durante todo el día. Se sirve en el restaurante y tiene absolutamente de todo. Opciones más contundentes como huevos, salchichas, beicon, quesos, embutidos… Toda clase de bollería, una variedad enorme de frutas y verduras y cocina en directo para hacer tortillas al gusto. De diez.
Para relajarse en el propio hotel, existe una amplia piscina exterior y otra interior climatizada con baño turco y sauna. Junto a ella, un amplio gimnasio. El aparcamiento está justo enfrente del hotel y es gratuito y el trato de su personal fue durante toda nuestra estancia de lo más cercano y atento. Sin duda repetiríamos.
En el primer viaje que hicimos a Madeira nos decantamos por el hotel The Views Monumental, con unas vistas formidables del Atlántico, habitaciones amplias y confortables, aparcamiento, piscina exterior muy amplia y desayuno muy completo.
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Qué ver en Madeira. 20 lugares imprescindibles
Madeira es una isla para recorrer con calma, durante al menos una semana. Uno de esos días se puede destinar a desplazarse a la vecina Porto Santo, para así disfrutar de una jornada de playa. La primera vez que visitamos Madeira permanecimos siete días, con un gran componente de relax al viajar en verano. La segunda lo hicimos en diciembre y aprovechamos para hacer tres de sus principales rutas de senderismo que nos habían quedado pendientes. Este es un resumen de los principales lugares que ver en Madeira fruto de estos dos viajes que se podrían visitar a la perfección en un viaje de siete días.
Funchal
La capital de Madeira es una ciudad dinámica y cosmopolita que mezcla a la perfección el patrimonio histórico con el arte urbano y una disposición de lo más fotogénica en la ladera de una montaña hasta el mismo Atlántico. Con la cabeza en las nubes y los pies en el océano como se suele decir. En un paseo por su casco histórico no hay que perderse la Sé o Catedral de Nuestra Señora de la Asunción de estilo manuelino y el palacio Sao Lourenço como monumentos más relevantes en la elegante avenida Arriaga. Tampoco dejemos atrás la iglesia de Santa Maria Maior y el fuerte de São Tiago, con su característico color mostaza que se asoma al Atlántico como una fortaleza inexpugnable.
El contrapunto lo pone la rua de Santa María, la principal calle peatonal del casco viejo donde desde 2010 las puertas de edificios abandonados se han transformado en lienzos del mejor arte urbano dentro del proyecto ‘Arte a puertas abiertas’. Otra visita muy interesante y colorida es el mercado dos Lavradores. Merece la pena tanto su continente (es un edificio mitad art déco mitad modernista) como su contenido (un buen lugar para acercarse a los productos madeirenses, especialmente a sus frutas).
El parque de Santa Catarina es un remanso de paz muy cerca del puerto que rinde homenaje a los descubridores. Y por supuesto los fanáticos de CR7 tienen una cita en su museo. Cristiano Ronaldo es un icono de Madeira y como hemos mencionado, el aeropuerto lleva también su nombre. Para visitar todos estos lugares y algunos más os aconsejamos realizar un ‘free tour’ por Funchal ya que es una excelente forma de recorrer la ciudad y no perderse nada de lo más importante.
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Jardim Botânico da Madeira
Salimos del centro de Funchal para tomar altura por la escarpada ladera poblada de pequeñas construcciones que se extienden hasta el paraje de Monte. Eso sí, antes hay que hacer una parada obligatoria en el Jardim Botânico da Madeira, un fantástico muestrario de la flora de la isla y también de otras partes del mundo. El benévolo clima ha permitido cultivar desde cactus, pasando por cicas japonesas, hasta plantas medicinales. Está todo dispuesto en terrazas, con un cuidado máximo y una sensación de paz y sosiego inigualable. Hay topiarios de lo más trabajados y, por si fuera poco, la estratégica ubicación del jardín permite contemplar unas vistas grandiosas de Funchal y de la línea de costa.
Existe un teleférico (el primero de los muchos de los que hablaremos en este post) que comunica el jardín botánico con el paraje de Monte ya que es muy habitual aprovechar para hacer las dos visitas en el mismo día.
Monte
De un teleférico a otro, en este caso el más famosos de toda la isla de Madeira. Conecta el centro de Funchal con el paraje de Monte, un lugar al que acudimos las dos veces que hemos estado en la isla. Entre una frondosa vegetación y casas bajas se esconde la igreja Nossa Senhora do Monte, que destaca por la bella factura de su fachada y por guardar los restos del emperador Carlos I de Austria. ¿Cómo terminó el último emperador del imperio Austrohúngaro en Madeira? Porque esta isla fue su exilio y aquí murió de neumonía el 1 de abril de 1922. Después fue beatificado por el Papa Juan Pablo II.
Además de la iglesia, el principal atractivo de Monte es el jardín tropical de Monte Palace, un antiguo hotel convertido en museo.
Pero si por algo es conocido Montes es por sus ‘carreiros’, los hombres vestidos de blanco y con sombrero de paja que, en una especie de trineo de mimbre, conducen a los turistas desde la iglesia hasta Funchal en una vertiginosa bajada de dos kilómetros. Este peculiar medio de transporte fue inventado por un inglés en el siglo XIX y hoy es un reclamo turístico de primer orden. Aun así es muy divertido y original.
Miradouro do Pico do Barcelos
Mirador ubicado en las afueras de Funchal y que fue una de las más gratas sorpresas de nuestro segundo viaje a Madeira. Ofrece una vista muy completa de la capital y de la costa e incluso en días claros se pueden ver perfectamente las Ilhas Desertas. El mirador ha sido acondicionado recientemente y cuenta con amplias zonas verdes, cafetería y numerosos bancos y balcones para disfrutar con unas panorámicas de excepción.
Puerto de Câmara de Lobos
Uno de los pueblos más auténticos que ver en Madeira, sino el que más, es Câmara de Lobos, situado a 8,5 kilómetros al oeste de Funchal. Su puerto pesquero es una auténtica delicia. A su alrededor, en forma de anfiteatro, y recordando algunas localidades asturianas como Cudillero o Luarca, se disponen las casas de los lugareños. El color está presente tanto en los barquitos como en las viviendas. Y el ambiente que se respira en sus calles es maravilloso. Grupos de hombres jugando a los naipes, pequeños cafés donde parece haberse detenido el tiempo, pescadores arreglando sus redes…
El nombre de Câmara de Lobos viene porque, cuando Zarco descubrió la isla, había lobos marinos de los que hoy no queda ni rastro. Bueno, para ser exactos queda uno. El que ha elaborado el artista Bordalo II con materiales reciclados junto al faro. Una curiosidad, este pueblecito fue uno de los que enamoró a Winston Churchill cuando visitó Madeira. Por ello hay un mirador que lleva su nombre y un monumento que lo recuerda.
Cabo Girão
Desde el puerto de Câmara de Lobos se visualiza con nitidez una inmensa pared de colores verde y ocre que es ni más ni menos que uno de los acantilados verticales más altos de Europa con sus 580 metros de altura. La fama del cabo Girão se acrecentado por la presencia, desde 2012, de un mirador acristalado que da una sensación mayor de vértigo. Alrededor hay tiendas de recuerdos y bares que lo han pervertido convirtiéndolo en el típico lugar ‘instagrameable’. Nosotros fuimos al atardecer y eso nos permitió disfrutar de las vistas con un poco más de tranquilidad.
Fajã dos Padres
Fue uno de los lugares que descubrimos durante nuestro segundo viaje a Madeira y nos encantó. Se encuentra quince minutos al oeste del cabo Girão. Fajã dos Padres es una playa situada a los pies de otro imponente acantilado. Cuenta con un clima tropical que permite la plantación de especies como el plátano. También tiene un restaurante y un bonito sendero que se adentra en los cultivos. Pero lo más espectacular es bajar hasta allí desde la parte alta del acantilado en un teleférico de auténtico infarto. Es uno de los últimos que se ha incorporado a la nómina de teleféricos que ver en Madeira. No tiene un precio excesivamente popular, pero la experiencia merece la pena.
Calhau da Lapa
Fue uno de esos lugares casi secretos que descubrimos la primera vez que viajamos a Madeira y que en cierto modo lo sigue siendo porque para llegar hasta él hay que realizar una caminata de un par de kilómetros ida y vuelta con un desnivel acumulado de 420 metros. La ruta parte al sur de la localidad de Campanario y desciende de manera abrupta a una pequeña cala de cantos rodados y aguas cristalinas donde se levantan unas cuantas casitas. Tiene un pequeño muelle para lanzarse desde allí al agua y practicar esnórquel casi en solitario. Si el mar está calmado, tiene una belleza inigualable. Si no es así, que nadie se moleste en bajar.
Cascata dos Anjos
Madeira tiene varias cascadas, pero ninguna tan singular como ésta. Pocos lugares en el mundo cuentan con una caída de agua que cae directamente sobre la carretera en otra imagen que se ha convertido en viral en redes sociales en los últimos tiempos. Se ubica junto a la localidad de Ponta do Sol. El consejo para contemplarla casi en solitario es hacerlo a primerísima hora de la mañana, ya que en las horas centrales del día la estrecha carretera que llega hasta ella puede estar totalmente colapsada.
Praia da Calheta
¿Quién dijo que en Madeira no había playas de arena dorada? Haberlas, haylas y no están nada mal para darse un pequeño chapuzón y matar el gusanillo. Eso sí, son artificiales porque la configuración geográfica de la isla no les bendijo con la presencia de playas paradisiacas. Todo no se puede tener. Una de las que más nos gustó fue la de Calheta. Junto al puerto se hicieron dos grandes rompeolas que permitieron hacer un par de arenales enfrentados para los cuales se trajo en barco arena del Sahara. Las aguas son absolutamente cristalinas y están en perfecta calma, lo que hacen que esta playa sea ideal para ir con niños.
Piscinas naturales de Porto Moniz
Son las piscinas naturales más famosas de toda la isla de Madeira. Su fama no es injustificada, ni mucho menos. Gracias a las formas caprichosas que hace la costa en este punto del norte de la isla, se han habilitado unas amplias piscinas naturales de agua salada donde es posible zambullirse sin peligro, siempre que el oleaje respete eso sí. El precio de la entrada es simbólico y la imagen del Atlántico golpeando la roca volcánica y surtiendo de agua a las piscinas de lo más bella.
Santana
Otra de las imágenes más simbólicas de Madeira son las casas típicas de la localidad de Santana. Tiempo atrás sus habitantes vivían en unas coloridas cabañas de madera con techumbre de paja. Con el tiempo fueron desapareciendo, pero afortunadamente se rehabilitaron algunas de ellas que hoy se pueden visitar junto al parque das Queimadas.
Miradouro do Guindaste
Es nuestro mirador favorito de toda la isla de Madeira. Lo hemos visitado en las dos ocasiones que hemos ido a la isla. Nos gusta incluso más que el del Cabo Girão porque es mucho más auténtico, salvaje y, por supuesto, no tan popular. Se encuentra en la localidad de Faial, junto a una pequeña playita y un complejo deportivo.
La vista del imponente acantilado cubierto de vegetación es inolvidable y resume a la perfección la verticalidad de la isla de Madeira. Hace algunos años se ha colocado una pasarela acristalada que, a nuestro juicio, sobraba, pero la mejor vista está en el lado contrario.
Ponta de São Lourenço
El contraste al frondoso interior de Madeira lo pone el paisaje yermo y desértico de la ponta de São Lourenço. Si las nubes se adueñan de la isla y la lluvia nos chafa el día, es muy posible que en este lugar luzca el sol. Eso sí, de lo que no nos libraremos es de un fuerte viento.
Existe una vereda que parte del aparcamiento para recorrer los acantilados que conforman este lugar que parece sacado de otro planeta. Son 8 kilómetros ida y vuelta. El consejo es el mismo que daremos con las levadas, los que no quieran hacer la ruta entera pueden caminar algunos metros para al menos hacerse una idea del atractivo del paisaje.
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Caniçal y su Prainha
Otra de las playas que más nos gustó en Madeira fue la Prainha de Caniçal, muy cerca de la Ponta de São Lourenço de la que más adelante hablaremos. Es una playa natural de arena negra que, si el oleaje no es muy violento, permite darnos un chapuzón muy refrescante. Suele estar muy concurrida ya que su acceso es muy sencillo. Caniçal fue famoso por su puerto ballenero, lo que se recuerda en el Museu da Baleia.
Machico
Uno de los pueblos más bonitos que ver en Madeira es Machico, que además cuenta con otra de las playas artificiales de la isla junto a su casco urbano. Conviene dar un paseo por las calles de Machico donde destacan su igreja Matriz, el Forte de Nossa Senhora do Amparo y la capela dos Milagres. La importancia de Machico radica en que fue el lugar donde desembarcaron los descubridores de Madeira. La playa que antes mencionábamos de arena dorada procedente del desierto, suele estar muy concurrida. Muy recomendable subir hasta el mirador Francisco Álvares de Nóbrega donde se obtiene la mejor vista de Machico.
Mirador Eira do Serrado y Curral das Freiras
Dejamos la costa para adentrarnos en la Madeira más verde, nubosa y auténtica, la de su interior. De forma imperdonable nos perdimos este lugar en el primer viaje la isla, pero en el segundo no pudo faltar el paso por un rincón que es pura magia. El mirador Eira do Serrado, a 1.095 metros de altitud, permite contemplar en el fondo de un circo montañoso el pequeño pueblo de Curral das Freiras. La verticalidad madeirense llega a su máxima expresión en un lugar donde es muy fácil que las nubes agüen la fiesta, pero que con cielos despejados estamos ante un auténtico espectáculo.
Para llegar al mirador hay que dejar el vehículo en el aparcamiento que hay junto a un hotel con restaurante y tienda de recuerdos y bajar 145 escalones.
En apenas 12 minutos y gracias a un monumental túnel que atraviesa la montaña llegamos a Curral das Freiras (Valle de las Monjas). Recibe su nombre porque aquí se establecieron las religiosas de Santa Clara tras huir de Funchal después del saqueo de los franceses en 1566. El pueblo es famoso sobre todo por las castañas y por un licor de cerezas (la famosa ‘ginja’), que se bebe en toda la isla en vasitos hechos de chocolate negro. Una tradición muy similar a la Óbidos.
Entre el mirador de Eira do Serrado y Curral das Freiras hay un sendero de 4,5 kilómetros que desciende por escalones redondeados y vistas espectaculares. Para regresar al mirador podemos tomar uno de los autobuses que comunican ambos puntos.
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Pico Areeiro
Madeira tiene la particularidad de que en apenas unos minutos pasamos de estar a pie de costa a elevarnos a 1.818 metros de altitud en el pico Areeiro, el tercero más alto de la isla. Podemos ascender hasta él en coche y caminar por su entorno. Pero la principal razón de hacerlo es realizar una de las rutas de senderismo más bellas, no solo de Madeira y de Portugal, sino de todo el mundo. La vereda que conduce hasta el pico Ruivo.
Es una caminata exigente de ida y vuelta que nos cautivó por completo. Si se renuncia a ella, nuestro consejo es que al menos se hagan los primero metros hasta el miradouro do Ninho da Manta. Las vistas dejan sin palabras.
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Levada do Caldeirão Verde
Madeira no se puede entender sin sus levadas. Una red de canalizaciones de agua que conducen el líquido elemento desde el montañoso y lluvioso interior hasta la seca y cálida costa sur. Sin ellas la isla no podría subsistir. Pero además de su cometido fundamental para la vida madeirense, las levadas son la mejor red de senderos que tiene la isla, ya que junto a ellas existen veredas imprescindibles para realizar su mantenimiento.
La del Caldeirão Verde es una de las más espectaculares. Nace del frondoso parque forestal das Queimadas y completarla nos obliga a hacer una ruta de 18 kilómetros ida y vuelta, que fue la que nosotros hicimos. Eso sí, al ser una caminata lineal podemos darnos la vuelta cuando queramos, por lo que es aconsejable hacer al menos un tramo para adentrarnos en un tupido bosque de laurisilva repleto de cascadas, túneles y vistas sublimes.
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Levada das 25 Fontes
Otra levada muy popular en Madeira es la de las 25 fontes. Son 12,5 kilómetros de caminata sin apenas dificultad que llevan a una cascada múltiple que dibujan una postal de gran belleza. En concreto son 25 manantiales (de ahí su nombre) que se deslizan por la roca. Al ser una ruta muy sencilla, es habitual encontrarse a numerosos grupos haciéndola lo que obliga a madrugar si queremos tener cierta sensación de paz al llegar a la cascada.